El desarrollo del pueblo de Mao se halla asociado al auge de las plantaciones arroceras que se iniciaron con la construcción del primer canal de riego en 1918, las cuales generaron una extraordinaria prosperidad económica, estimularon el proceso de urbanización y el crecimiento demográfico.
Sin embargo, estas plantaciones trajeron como secuela la aparición de una terrible enfermedad llamada malaria (fiebre palúdica o paludismo) que causó estragos en la población local, debido a las grandes plagas de mosquitos que se generaban con las inundaciones permanentes de los arrozales, los cuales estaban ubicados en las zonas contiguas a la ciudad. El vector de la malaria es la hembra del mosquito del género Anopheles.
Algunas poblaciones ubicadas en el seno de las plantaciones arroceras, como Pretiles y La Viajaca, sencillamente fueron borradas por la malaria. Los síntomas de la malaria eran fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares, diarrea, decaimiento y tos. Los médicos llegaron a registrar casos de hematuria (presencia de sangre en la orina).
En 1937, en Mao se registraron unos 5 mil casos de malaria, de los cuales 210 fallecieron, cifra que superó la del año anterior que fue de 186 muertes. Entre 1936 y 1940 murieron 810 personas de la enfermedad, lo cual causó alarma entre las autoridades sanitarias que de inmediato se movilizaron y prohibieron la siembra de arroz en las cercanías de la ciudad y fumigaron todas las casas con el conocido insecticida llamado DDT.
La fiebre provocada por la malaria era combatida con un preparado medicinal cuyo componente era la quinina confeccionado por don Ismael Reyes, quien poseía conocimientos empíricos de medicina y, de acuerdo con informaciones, frecuentemente realizaba cirugías.
A pesar de la elevada incidencia de esta patología, y de los frecuentes accidentes laborales en los arrozales y en las factorías, la ciudad de Mao no disponía de un hospital público, lo que motivó a las autoridades municipales, a personas y entidades altruistas, entre los que se destacaron la familia Bogaert, a iniciar la construcción de un hospital en los años cuarenta, para lo cual adquirieron una residencia propiedad de Efigenio de la Rosa en la calle Duarte, donde funcionaba la guardería infantil, hoy Conani.
La obra la concluyó el dictador Trujillo y se inauguró el 31 de julio de 1949, con la bendición del presbítero Fernando Arturo Franco (mejor conocido como el padre Franco). En el acto estuvieron presentes el Secretario de Sanidad, Dr. Manuel A. Robiou; el gobernador de Santiago, Pedro A. Jorge; el subsecretario de Sanidad, Dr. Amable Lugo Santos; la viuda del Ing. Bogaert, Dolores Román; el síndico de Mao, Luis Tomás Saillant; y el presidente de la Junta Comunal del Partido Dominicano, Parmenio Reyes Báez, entre otros.
Al frente del hospital público se designó al Dr. Imbert, nativo de Puerto Plata y luego lo sucedieron el Dr. Rafael Rodríguez Colón, el Dr. Samuel de Moya y el Dr. Virgilio Peña Andújar. Este último vino a Mao como médico militar y se casó con la Dra. Popi Tió, hermana del Dr. Darío Tió Brea.
Pero les quiero relatar la experiencia de mi padre Darío Antonio Herrera, quien a inicios de los años cincuenta laboró como enfermero en este hospital. Cuenta mi padre que cuando a altas horas de la noche se presentaban cirugías debía dirigirse a la residencia del Síndico local a solicitarle el encendido de la planta. Y para evitar ser apresado por la patrulla del ejército o ser agredido por los calieses de la dictadura, debía salir con su bata blanca.
Pero hay algo mucho más grave. Cuando llevaban al hospital personas heridas, opositoras al régimen dictatorial no se le permitía al personal médico ofrecerle asistencia. Tal fue el caso de Niño Sánchez, reconocido opositor de la dictadura y de otros antitrujillistas.
Se daba también el caso contrario, pues cuando un prominente miembro de la dictadura llegaba al hospital reclamaba asistencia médica privilegiada, lo cual resultaba imposible por la escasez de medicamentos debido a la pírrica asignación presupuestaria del centro de salud. El Dr. Moya nos confesó que la misma ascendía a 700 pesos mensuales.
Cuando se produjo la expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo a mi padre lo enviaron junto al Dr. Peña Andújar a esta última comunidad noroestana a brindar servicios médicos a los miembros del ejército que perseguían a los expedicionarios (barbuses). Pero ya al Dr. Peña Andújar le repugnaba la dictadura y decidió botar todos los medicamentos que habían llevado y retornar a la ciudad. Los médicos y empleados del hospital debían asistir religiosamente a todos los actos públicos, pues de lo contrario eran amonestados por el presidente de la Junta Comunal del Partido Dominicano que en Mao fueron Fernando Valerio, Numas Ramírez, Parmenio Reyes y Damico Reyes.